Hoy ha sido un gran día, finalmente has logrado decir tu nombre incluyendo tus apellidos, no es tan inteligible pero ya es un gran avance.
Antes de que tú nacieras, en la búsqueda de tu nombre, tu padre y yo libramos batallas campales, a besos y borrones de cuaderno. Los apellidos no había vuelta de hoja, esos se tienen y ya. Pero tu nombre de pila, nos llevó a enlistar muchos nombres. Al final, ha quedado el que nos pareció más lindo, difícil de confundir o escribir mal.
En lo personal, pienso que cada persona no elige su nombre, pero le da su sonido, su propia personalidad, le construye una vida distinta a otra cualquiera, y no al revés.
Debo reconocer que desde que empezaste a decir cómo se llaman tus papás a la pregunta específica, es difícil no sentirse tremendamente bien. Al inicio, y sin ninguna dificultad fue el nombre del papá, ha de ser mucho más fácil de pronunciar que el mío, pero cuando te preguntábamos el nombre de mamá decías, «mamá es mamá». Ok.
Por lo pronto, hasta donde vamos, ya nos deleitas con tus palabritas enlazadas, desde tu nombre, a frases pidiendo, qué digo, exigiendo tus platillos.
En unos años verás lo imperativa que resultas cuando te propones algo.
Dámelo
Pónelo
Quítalo
Compónelo
No lo sé
¿Qué haces aquí?
¿Qué estás haciendo?
¡Quiero bajar!
Quiero…, y aquí insertamos cualquiera de estas opciones: (sandwich, gelatina, yogur, arándanos, jocoque, jengibre, gelatina, quesadilla, quesito, salchicha, leche con chocolate, helado, zanahoria, un pedacito, manzana, pastel con galletas) y un tenedor.
Lo mismo das las gracias que respondes «salud» si alguien estornuda o tose. O preguntas si he hecho popó, pides que te lavemos las manos, o tomas tu muñeco y unas llaves pidiendo salir a la calle. Comentas que hace frío, o que si la leche está caliente. Sacas tus zapatos de su cajón y en diversas ocasiones has elegido tu atuendo, como ese vestidito rojo que te encanta.
Pides que te peine, y que te ponga moños, gel y ligas. Te ves al espejo, aunque tengas que pararte de puntitas para admirarte. Quedaste encantada con un maquillaje de gato que usaste en una fiestecita de Halloween, y de cuando en cuando lo pides de nuevo.
Revisas mi bolso, abres cajones, o el refrigerador buscando algo de tu interés o para despacharte a tus anchas. Abres por ti sola los vasitos de yogurt aventando la basura al bote respectivo, o te sirves tus zanahorias en tu trastecito. Me pasas tu plato cuando es hora de comer y recoges tus trastes para echarlos al fregadero una vez que has terminado.
Tienes muy buena memoria para recordar los nombres de las personas cercanas y de familiares que ves en las fotos. Es difícil disuadirte cuando se te ha ocurrido algo, y eso ha sido desde muy pequeña. Uno podrá pensar que te da la vuelta, tú solo consientes, sigues el hilo, dejas que uno tome aire y en ese momento regresas a lo que estabas, sin otorgar otras pausas. ¡Dejen ya de distraerse!.
Tu abuela me pregunta ¿qué es lo que aprenderás en la escuela? cuando le contamos tus logros. Puedes contar del uno al diez y reconoces los números cuando los ves, empiezas a contar números arriba de la decena pero aún tienes varios errores. Las figuras las identificas, no solo en tus piezas de juguete, eres capaz de encontrarle la forma a cualquier objeto o alimento, para ti no es difícil distinguir los cuadrados, círculos, triángulos, estrellas, flores. A veces te fallan el hexágono, pentágono o trapecio, pero ya los mencionas. Escribes el uno, el cero, o la «o», le pones ojos a las caritas, aunque terminen con muchos pares de ojos como las moscas. Te gusta pintar con colores, crayones, plumas, pinceles, disfrutas combinar los colores, conoces más de diez colores distintos ya y los nombras sin equivocarte.
Eres capaz de mencionar y señalar las partes de tu cuerpo, en cualquier muñeco o en tus papás. ¿Debo suponer que por tu lado materno tienes debilidad por la anatomía?. Cabeza, cabello, ojos, cejas, pestañas, nariz, boca, labios, lengua, dientes, mejillas, orejas, cuello, hombros, panza, espalda, ombligo, brazos, codo, mano, dedos, uñas, cola, pompis, piernas, rodillas, pies, talones. Asocias lo que usas para ver, oler, caminar.
Parece que todo ha sido muy fácil contigo, sin duda aprendes muy rápido, y tengo que reconocer que en mucho has sido autodidacta. Pero cuando llegamos al punto de ir a dormir, hemos tenido que recurrir a leer consejos. Para ti no se te acaba la pila, quieres seguir jugando, y sacas tus fichas de figuras o pides que te las dibujen, o tomas tus libros como si no quisieras interrumpir tus «lecturas». Finalmente, llegamos a la conclusión de que por ahora, no hay noche en la que aceptes irte a domir de buen agrado, siempre responderás «no quiero!». Es tu último intento o los que hagan falta para postergar el momento. Lo que funcionó es dejar de decirte que te vayas a dormir, y creéme que te entiendo perfectamente. Es imposible que obliguen a cualquiera a dormir si no se tiene sueño. En cambio, desde hace varias semanas, decimos que es tu hora de acostarte, así te vayas con tu libro bajo el brazo. Ya ha ocurrido que incluso sin luz, intentas seguir dibujando. En eso somos más permisivos, prefiero no arrebatarte el color ni el libro con la cual empezaríamos una discusión, pero sí dejar en claro que es hora de acostarse y que todos en casa ya vamos a descansar. Así que si gustas tener los ojos abiertos, y realizar actividades sin molestar a los demás, no habrá quien te lo impida. ¿Y sabes qué?, ¡funcionó!. Solo hacemos la rutina de que elijas tu pijama, la última visita al baño y el lavado de dientes, entras a tu cuarto diciendo que no quieres, pero apenas pones la cabeza en la almohada y dejas de discutir. La mayoría de las veces, no pasan ni cinco minutos para que tú ya estés en el mundo de los sueños. Solo era cuestión de agarrarte el modito.
Hoy cumpliste 2 años con 3 meses y vieras qué rápido ha sido, desde el primer día que llegaste a esta casa al día de hoy. No hay día que me guste menos, pero de vez en cuando quisiera detener un poco los instantes cuando estoy contigo.